Los diablos rojos llegaron a Panamá en la década de los 50 como parte de
la solución al eterno problema de transporte en la República.
Fue 1952 cuando llegaron los primeros buses escolares estadounidenses de segunda, como opción para el transporte público que desde ese entonces había sido constituido por el general Omar Torrijos Herrera, como un sistema de cupos individuales, cuyos choferes se convertirían en sus propios dueños y administradores, pero que carecía de todo tipo de controles.
Con el pasar de los años, ya en los 80, las flotas de máquinas Ford, Thomas y Caterpilar, llenaban las calles de la capital y empezaron a ser adornados con personajes de la farándula, el cine, lla música hasta los políticos.
En los ventanales eran dibujados los nombres de hijas, esposas, novias y viejos amores y que pasaron a ser hasta especie de catálogos para escoger nombres.
Los diablos rojos fueron el reflejo de primeras chivas de los años cuarenta con sus vivos colores. Un sistema de transporte que por años pasó a ser arte urbano y hasta producto de promoción de turismo de Panamá.
Varias canciones fueron escritas para honrar el transporte del panameño de a pie, una opción que se convirtió en solución y en tortura al mismo tiempo y pasa a mejor vida, producto de un sistema que nunca se organizó.
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